Basilio Valentin
Autor de alquímia citado por el Sat GU-RÚ de la Ferrière
LAS DOCE CLAVES DE BASILIO VALENTIN
Explicación de las láminas: texto en latín y en español. Viridarium Chymicus Daniel Stolcius Francoforti Lucas Jennis 1624
PRIMERA CLAVE
Fulvo Regis fiat diadema metallo Jungatur sponso sponsa pudica suo Inde lupo rapido comedendum porrige regem, Idq: ter, atque lupum fortiter igne crema. Hinc rex prodibit macula purgatus ab omni, Sanguine qui propio te renovare potest.
Que la esposa púdica sea unida a su esposo La corona del rey, hecha de un metal flavo. Libra a continuación el rey al hambre de un lobo vivaz. Haz esto tres veces y consume al lobo por un fuego muy violento. El rey saldra con ello puro de mancha, Y de su propia sangre te podra renovar
SEGUNDA CLAVE
Vestibus abjectis. Sol nudus et ipsa Diana Nuda sit,optatus manet ut inde torus. Sponsae ex ahtletis pretiosa sit unda duobus, Pro Sponso proprium corpus ut illa lavet. Certent certantes, postquam cessaverit ardor Martius, e pugna pulchra brabaea ferent.
Dejadas sus vestiduras, que el Sol con Diana Sean desnudados uno y otro, para el himeneo deseado, Que dos luchadores se haga el precioso baño de la esposa, Para que ella lave en él su cuerpo en atención al esposo. Los combatientes combatirán, y cuando su ardor marcial Haya cesado, tendrán un bello trofeo de su lucha.
TERCERA CLAVE
E petris aquilae rigidum conjunge Dragonem : Exuret pennas, solvet et ille nives. Cum sale coelesti sulphur servare memento, Astutam vulpem gallus ut inde voret. Ales mersus aquis ad vitam ex igne redibit, Sentiet atque parem vulpis ab ore necem.
Proveniente de la roca, que el dragón helado sea unido al águila: Uno quemará sus plumas, el otro fundirá sus nieves. Preserva bien tu azufre con la sal celeste Para que el gallo devore al zorro malicioso. El pájaro ahogado en la onda retomará vida al fuego, Y a su vez morirá bajo los colmillos del zorro.
CUARTA CLAVE
Omnis in orbe caro quae terrâ traxerat ortum, In cineris rursus post breve tempus abit. E cinere exurget sal, quod revocabit ad auras Cranem, praedicto quae resoluta modo. Qui cupis hoc cursu revocatas cernere formas, Redde sali sulphur mercuriumque simul.
Toda carne aquí abajo, proviene de la tierra, Al cabo de poco tiempo retornará a cenizas; La sal saldrá de allí, por medio de la cual Reaparecerá al día la carne así disuelta, Tú que de esta manera quieres ver las formas pasadas, Entrega a la sal a la vez el azufre y el mercurio.
QUINTA CLAVE
Terra nihil per se tenues producit in auras : Spiritus est vitam qui dat, eamq; fovet. Spiritus hic nitidis ortum deducit ab astris. Hinc capiunt vides cuncta metalla suas. Est lapis Herculeus ferro conjunctus amore : Mercurium nostrum sic Leo noster amat.
La tierra por ella misma no produce nada, Es el espíritu quien abastece y sostiene la vida. Toma su origen de los astros luminosos. De allí todos los metales extraen sus cualidades. La piedra Hercúlea se une con amor al hierro. Así, nuestro león ama a nuestro mercurio.
SEXTA CLAVE
Foemina juncta mari producat semine germen Tum sua Neptunus balnea ritè paret, Mas duplex niveo post pascatur Olore, Perdat ut, et vitam cernat uterque suam. Quatuor hinc venti spirabunt, Rexq: per ignem Jungetur sponsae, plenus amore, suae.
Hembra y macho unidos hacen germinar la semilla. Que entonces Neptuno prepare los baños requeridos Después de que el macho doble devore un nevoso cisne A fin de que dos pierdan y recobren su vida, Cuatro vientos soplarán y el rey, por el fuego, Se unirá lleno de amor, a su esposa querida.
SÉPTIMA CLAVE
Ver, aestas, autumnus, hyems, aqua, salq; Sophorum Conficiunt nostrum Sole favente chaos. Ni tamen Astraeae justissima pondera sumas, Vix aderit votis aura benigna tuis. Hermetis firmo vitrum conclude sigillo. Materies ventis ne fiat esca vagis.
Primavera, verano, otoño, agua, sal de los Sabios Componen nuestro caos a calentar al sol. Si sin embargo, de los astros, no has puesto pesos justos, Ninguna propicia brisa cumplirá tus deseos. Del firme sello de Hermes, cierra el vidrio, por temor A que tu materia no se apresa del errante viento.
OCTAVA CLAVE
Ad putrescendum mandantur semina terrae, Ut redeant tumulo corpora nostra latent Sic insunt uni quoque cuncta Elementa Elemento. Si reliqua ex uno ritè vocare queas. Hic scopus est operis, cunctorum haec meta laborum ; Si collimaris, clavis habebis opes.
Para pudrirse las semillas a la tierra se confían. Nuestros cuerpos son puestos en la tumba, mas para volver a salir. Así, todos los elementos se encuentran en cada uno, Si puedes, como conviene, de uno extraer los otros. Es esto el fin de la obra, la meta de todos los trabajos; Si lo has ajustado bien, obtendrás de ello la llave.
NOVENA CLAVE
De tribus exurgat celeres fac cordibus angues, Haec postquam vitreo clauseris Orbe simul. Blanda Venus referet caudam Pavonis amoenam, Atque oculos niveo pascet olores tuos. Saturnus posthac corvo laetabitur atro, Proferet et pennas ala aquilina suas.
Haz que de un triple corazón crezcan tres serpientes vivas, Después enciérralas juntas en el vaso de cristal. Venus hace admirar la graciosa cola del pavo, Y alegra tus ojos con un cisne blanco como la nieve. Favorito de Saturno, un cuervo negro seguirá, Y después del ala del águila presentará sus plumas.
DÉCIMA CLAVE
Hermogeni Phoebus debet primordia vitae, Luna juvat radiis Hyperiona suis. Mercurius damnum patietur, et inde peribit, Ni promptus Iamsuph junxeris huicce suum. Qui bene scripta capis, laudes celebrato Iehovae, Mortales tanta quòd tarione beet.
Foebus toma de Hermógenes su principio vital. La luna ayuda a Hiperión con sus rayos. Mercurio sufre el daño, y él perecerá Si no le das prontamente su Jamsuf. Tú que comprendes este verso, da gracias a Jehovah de que un tal entendimiento sea otorgado a los mortales.
Once Orpheus Euridicen. Frater cùm nempe sororem Duxerit, illorum corpore sanguis eat. Hunc Patris et Matris calido conjunge cruori. Atque Magistrorum post benè claude globum. Tum Leo magnanimus, numerosa prole beatus Haeredes cernet corporis inde sui.
Como Orfeo a Eurídice, el hermano desposará A la hermana, y de sus cuerpos se verterá la sangre. Júntala al humor cálido del padre y de la madre, Después cierra con cuidado el globo de los Adeptos. Entonces el fiero león de prolífico cuerpo Contemplará, feliz, su numerosa prole.
DUODÉCIMA CLAVE
Serpentem Leo magnanimus si forte vorabit Mercurious flores tum tibi mille dabit. Nam sine fermento lapis haud operatur ad aurum : Iunctus at ingressu tingere multa potest. Hoc usus medio clausa omnibus omnia cernes Et facilem adspicies ad tua vota Deum.
Si el león generoso devora la serpiente, Mercurio te dará flores a millares. La piedra sin fermento no puede producir oro, Pero teñirá mucho unida a él por ingreso. Por ella verás todo lo que está oculto, Y Dios será propicio a satisfacer tus deseos.
"El Carro Triunfal del Antimonio."
Toma azufre vivo y salitre a partes iguales, muélelos y mézclalos bien. Pon esta mixión en una vasija de vidrio bien enlodada y mantenla durante dos horas a fuego lento, y después aumenta el fuego hasta que cese el humo. Después del humo sale la llama por el cuello de la vasija subiendo dos o tres codos y, tras cesar la llama, el azufre casi blanco y fijo permanece en el fondo. Sácalo, y tomando dicho azufre fijo y otra tanta sal armoniaco opera como al principio, moliendo y mezclando las dos partes. A continuación ponlo todo a sublimar. A fuego lento al principio, más fuerte después, de manera que vaya aumentado durante cuatro horas. Saca lo que se ha sublimado y también lo demás, e incorpora lo sublimado con las heces y enseguida reitera la sublimación otras seis veces, operando siempre de la manera explicada. Por fin el azufre permanecerá en el fondo del vaso, debes tomarlo y molerlo bien. Ponlo en un lugar húmedo sobre un mármol o vidrio y se convertirá en aceite, del cual echa dos o tres gotas sobre un ducado fundido en un crisol para que se vuelva aceite, y viértelo sobre mármol y se congelará. Pon una parte de esta sustancia sobre cincuenta de mercurio purgado y se hará un sol excelente.
Aforismos Basilianos
O Cánones Herméticos
del Espíritu y del Alma así como
del Cuerpo Mediador del Mayor y Menor Mundo
O Cánones Herméticos
del Espíritu y del Alma así como
del Cuerpo Mediador del Mayor y Menor Mundo
I
Hermes Trismegisto ha merecido ser llamado Padre de los Filósofos por haber buscado los tres reinos mineral, vegetal y animal y la triple subsistencia de aquellos en una esencia creada, y en ella ha reconocido toda la fuerza y virtud de la naturaleza vegetable, animal y mineral.
II
En la naturaleza del mercurio, volante como la nieve, blanco y coagulado, se encuentra una virtud vegetante que no es común: dicho mercurio es un cierto espíritu tanto del gran como del pequeño mundo. Y es de este mercurio que depende y proviene el movimiento y flujo de la naturaleza humana, según el Alma razonable.
III
En cuanto a la virtud animante, no es otra cosa que un medio entre el Espíritu y el cuerpo, dado que esta virtud, al ser como la liga del mundo, es el vínculo entre aquellos dos, cuyo vínculo consiste en el sulfuro que es a modo de un aceite rojo transparente como el sol del gran mundo y como el corazón del hombre en el pequeño mundo.
IV
En fin, la mineralidad está dotada como de un cuerpo que es parecido a la sal: este cuerpo es de una virtud y de una olor admirable; y cuando la sal será separada de las inmundicias de la tierra, no será distinto del mercurio más que por la espesura y consistencia del cuerpo.
V
Estas tres subsistencias consi-deradas en una esencia creada, constituyen y establecen el limbo del Gran y pequeño mundo, de cuyo limbo el primer hombre ha sido formado cuando fue hecho del polvo de la tierra: al cual llega el Alma razonable microcósmica inmortal, inspirada inmediatamente de Dios la cual, a modo de una Reina, es la causa motriz y directriz de todas las funciones que están en el hombre.
VI
Por lo demás, al igual que la virtud de nuestro cuerpo y también de nuestra vida es completa por los cuatro elementos y por el ensamblaje o coagulación del polvo de la tierra, si el espíritu mercurial, como húmedo radical, y el alma sulfurosa, como calor natural, conspiran y se ensamblan amigablemente en uno, con la consistencia y espesura de la sal, que preserva de toda podredumbre, del mismo modo es necesario que el Alma inmortal sea separada del cuerpo que ha sido formado del ensamblaje del polvo de la tierra. Si ocurre algún defecto en uno de los tres principios o en varios de ellos entonces de ello se sigue la muerte de todos ellos, pero si el defecto no se halla más que en una parte de cualquier principio entonces será causada la enfermedad, como se puede ver sobretodo en la anatomía de los siete miembros principales.
Hermes Trismegisto ha merecido ser llamado Padre de los Filósofos por haber buscado los tres reinos mineral, vegetal y animal y la triple subsistencia de aquellos en una esencia creada, y en ella ha reconocido toda la fuerza y virtud de la naturaleza vegetable, animal y mineral.
II
En la naturaleza del mercurio, volante como la nieve, blanco y coagulado, se encuentra una virtud vegetante que no es común: dicho mercurio es un cierto espíritu tanto del gran como del pequeño mundo. Y es de este mercurio que depende y proviene el movimiento y flujo de la naturaleza humana, según el Alma razonable.
III
En cuanto a la virtud animante, no es otra cosa que un medio entre el Espíritu y el cuerpo, dado que esta virtud, al ser como la liga del mundo, es el vínculo entre aquellos dos, cuyo vínculo consiste en el sulfuro que es a modo de un aceite rojo transparente como el sol del gran mundo y como el corazón del hombre en el pequeño mundo.
IV
En fin, la mineralidad está dotada como de un cuerpo que es parecido a la sal: este cuerpo es de una virtud y de una olor admirable; y cuando la sal será separada de las inmundicias de la tierra, no será distinto del mercurio más que por la espesura y consistencia del cuerpo.
V
Estas tres subsistencias consi-deradas en una esencia creada, constituyen y establecen el limbo del Gran y pequeño mundo, de cuyo limbo el primer hombre ha sido formado cuando fue hecho del polvo de la tierra: al cual llega el Alma razonable microcósmica inmortal, inspirada inmediatamente de Dios la cual, a modo de una Reina, es la causa motriz y directriz de todas las funciones que están en el hombre.
VI
Por lo demás, al igual que la virtud de nuestro cuerpo y también de nuestra vida es completa por los cuatro elementos y por el ensamblaje o coagulación del polvo de la tierra, si el espíritu mercurial, como húmedo radical, y el alma sulfurosa, como calor natural, conspiran y se ensamblan amigablemente en uno, con la consistencia y espesura de la sal, que preserva de toda podredumbre, del mismo modo es necesario que el Alma inmortal sea separada del cuerpo que ha sido formado del ensamblaje del polvo de la tierra. Si ocurre algún defecto en uno de los tres principios o en varios de ellos entonces de ello se sigue la muerte de todos ellos, pero si el defecto no se halla más que en una parte de cualquier principio entonces será causada la enfermedad, como se puede ver sobretodo en la anatomía de los siete miembros principales.
VII
Nada hay que pueda mejor remediar el triple defecto de esos principios que la masa de ese limbo del que el hombre ha sido hecho, masa que ha sido ensamblada por los tres principios en una sustancia, que puede aumentar, conservar y mantener todas las fuerzas y virtudes de la naturaleza, con tal de que haya sido debidamente convertida y conducida en un cuerpo astral fijo.
VIII
De donde puede reconocerse que el bálsamo del sujeto hermético tiene una estrecha armonía y conveniencia con el cuerpo humano. Esto es lo que ha hecho aseverar, con pleno derecho, a ese príncipe de los físicos alemán, Felipe de Hohenheim, Paracelso, en el libro de la piedra física, intitulado Manual: que el microcosmos que está situado en el limbo y formado del polvo de la tierra, puede ser conducido y conservado en salud por su medicina como por su semejante, no por opinión, sino verdadera y propiamente, En verdad, puede decirse la misma cosa de nuestra medicina.
IX
Primeramente hemos de considerar esas cosas, tanto más por cuanto la medicina vulgar es feble y débil para conservar y mantener radicalmente los tres principios del microcosmos y la armonía de aquellos, pues no es sino por accidente que ella parece (operar) sobre esos tres principios, dado que está casi por completo ocupada en los cuatro humores.
X
Pero la medicina mineral química extraída de los minerales y metales raramente es preparada y administrada como se debe. Por ello Paracelso, en el mismo libro, prefiere su medicina a cualquier otra: sin embargo no niega que haya grandes secretos en las otras cosas minerales, pero dice que la operación es larga y laboriosa, y que su uso no puede ser fácil ni debidamente puesto en práctica, principalmente por los ignorantes, que se sirven de esas medicinas causando más mal que bien.
XI
Por lo tanto, busquemos el limbo de nuestro Microcosmos, en cuyo microcosmos está situado ese limbo, busquemos, digo, ese globo viscoso de la tierra, compuesto de mercurio, de sal y de azufre, el cual, según Geber, puede ser elegantemente llamado humedad viscosa de la humedad, porque proviene de una cierta sustancia húmeda.
XII
Pues así como el mundo, aunque haya sido creado de la nada, debe sin embargo su origen al Agua, sobre la cual el espíritu del Señor era llevado, y de la cual provienen todas las cosas, tanto las celestes como las terrestres, igualmente, ese limbo procede de una agua que no es vulgar, y que no es ni el rocío celeste, ni un aire condensado en las cavernas de las tierra o en un recipiente, ni un agua proveniente del abismo de la mar o sacada de las fuentes, pozos o ríos, sino que es un agua que toma su fuente de una cierta agua que ha padecido y sufrido y que está ante los ojos de todo el mundo y sin embargo es conocida por poca gente. Esta agua posee en si misma todas las cosas que le son necesarias para el cumplimiento de toda la obra (en ella estando todo su exterior).
Nada hay que pueda mejor remediar el triple defecto de esos principios que la masa de ese limbo del que el hombre ha sido hecho, masa que ha sido ensamblada por los tres principios en una sustancia, que puede aumentar, conservar y mantener todas las fuerzas y virtudes de la naturaleza, con tal de que haya sido debidamente convertida y conducida en un cuerpo astral fijo.
VIII
De donde puede reconocerse que el bálsamo del sujeto hermético tiene una estrecha armonía y conveniencia con el cuerpo humano. Esto es lo que ha hecho aseverar, con pleno derecho, a ese príncipe de los físicos alemán, Felipe de Hohenheim, Paracelso, en el libro de la piedra física, intitulado Manual: que el microcosmos que está situado en el limbo y formado del polvo de la tierra, puede ser conducido y conservado en salud por su medicina como por su semejante, no por opinión, sino verdadera y propiamente, En verdad, puede decirse la misma cosa de nuestra medicina.
IX
Primeramente hemos de considerar esas cosas, tanto más por cuanto la medicina vulgar es feble y débil para conservar y mantener radicalmente los tres principios del microcosmos y la armonía de aquellos, pues no es sino por accidente que ella parece (operar) sobre esos tres principios, dado que está casi por completo ocupada en los cuatro humores.
X
Pero la medicina mineral química extraída de los minerales y metales raramente es preparada y administrada como se debe. Por ello Paracelso, en el mismo libro, prefiere su medicina a cualquier otra: sin embargo no niega que haya grandes secretos en las otras cosas minerales, pero dice que la operación es larga y laboriosa, y que su uso no puede ser fácil ni debidamente puesto en práctica, principalmente por los ignorantes, que se sirven de esas medicinas causando más mal que bien.
XI
Por lo tanto, busquemos el limbo de nuestro Microcosmos, en cuyo microcosmos está situado ese limbo, busquemos, digo, ese globo viscoso de la tierra, compuesto de mercurio, de sal y de azufre, el cual, según Geber, puede ser elegantemente llamado humedad viscosa de la humedad, porque proviene de una cierta sustancia húmeda.
XII
Pues así como el mundo, aunque haya sido creado de la nada, debe sin embargo su origen al Agua, sobre la cual el espíritu del Señor era llevado, y de la cual provienen todas las cosas, tanto las celestes como las terrestres, igualmente, ese limbo procede de una agua que no es vulgar, y que no es ni el rocío celeste, ni un aire condensado en las cavernas de las tierra o en un recipiente, ni un agua proveniente del abismo de la mar o sacada de las fuentes, pozos o ríos, sino que es un agua que toma su fuente de una cierta agua que ha padecido y sufrido y que está ante los ojos de todo el mundo y sin embargo es conocida por poca gente. Esta agua posee en si misma todas las cosas que le son necesarias para el cumplimiento de toda la obra (en ella estando todo su exterior).
XIII
Esta naturaleza es mediadora entre el gran y el pequeño mundo; se encuentra por todas partes, está en casa del pobre como del rico, tal como nos aseguran todos los filósofos: Se la arroja a las calles donde se la holla con los pies aunque sea el origen y la fuente de tantas operaciones maravillosas, por lo cual nos conviene restablecer esos tres principios del cuerpo.
XIV
Cuando esta materia está resuelta en su propia agua (pues toda generación viene del agua) ha de ser circulada por los cuatro elementos, hasta que llegue a ser una naturaleza astral fija, en el huevo filosófico, llamado así por el calor de la gallina que incuba incesantemente sus huevos, pues de otro modo todas esperanza de generación perecería.
XV
Así el pequeño pájaro animal de Hermes, al se encerrado en su calabozo, que es el horno, ha de ser excitado por el calor de nuestro fuego vaporoso, continuado por grados hasta que sea extraído de si mismo y sea capaz, por su alumbramiento, de curar a cada uno.
XVI
Así como en la preparación de los tres principios de esta agua que ha sufrido, nada añadimos nosotros a su materia sustancial, nada quitamos a las tres propie-dades que subsisten en aquella agua: pero solamente rechazamos en su preparación las superfluidades, es decir, las heterogeneidades o la tierra muerta y el agua insípida. Igualmente, comenzamos nuestra obra hermética con la conjunción de los tres principios preparados según una cierta proporción que consiste en el peso del cuerpo, que ha de igualar al espíritu y al alma casi en su mitad.
XVII
Después, gobernamos el todo con una continua fomentación a fin de que la naturaleza, agente interior, no retarde su acción, ni sufra ningún exceso. Haz, por tanto, un suave fuego al comienzo, que sea, primeramente, casi de cuatro gotas o hilillos, hasta que la materia ennegrezca: después le añadís, de tal manera que sea casi de catorce hilillos, mientras la materia se lava y el Iris que aparece concluya en color gris: luego, ponedla a casi veinticuatro hilillos hasta una perfecta blancura, superior a la de la nieve, fija y fluida, que es la luna del microcosmos.
XVIII
Si deseáis alcanzar la perfecta rojez continuareis el fuego durante setenta días. hasta que la piedra sea transformada en un rubí transparente, denso y pesado, que es verdaderamente, el sol del micro-cosmos, que podréis aumentar del mismo modo que habéis comenzado: un grano de aquel es igual en poder a seis mil granos y por tanto se ha de administrar en muy pequeñas dosis.
Raíz del Elixir
D
Hay en ella un vigor etéreo y
una imagen celeste.
De donde nos fluye y derrama esta Medicina de Dios.
R. E. D.
AUM JÑÀPIKA SATYA GU-RÚ